Y nadie lo supo

. - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . A mi madre
Ella tenía la mirada alineada de lunas
y blandos espacios del día
cubriéndole la piel
con pudores que nadie comprendía;
un natural de fotos internas
prometiéndoles todas las risas,
de duendes escondidos,
entre los pliegues del alma.
Y todas las nostalgias de sus almanaques,
con palabras llenas de poesías
que nadie escuchaba.
Un loco retumbe de latidos
movilizándole las entrañas
y nadie lo supo nunca.

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