¡Sos Loca!

Era demasiado flaca o tuve esa impresión cuando la vi a través del espejo, no obstante me gustó como protagonista de esta situación.
Afuera un viento desparramaba hojas de otoño.
La ventana abierta de la casa hacía sentir una calamidad de frío invernal.
Ella parecía en una dimensión desconocida, porque mientras veía la película de terror, movía sus dedos nerviosamente.
De vez en cuando su mano izquierda sacudía moscas imaginarias o tal vez quería evitar pensamientos desagradables.
Tuve la impresión de que el film la asustaba.
Dejó la imagen detenida en la pantalla y se levantó.
Ahora me impresionaba como menos delgada, a lo mejor sólo miré su perfil.
Cuando se asomó a la ventana tuvo un escalofrío, apurada trató de cerrarla.
Oyó unos pasos rápidos y una mano no la dejó hacerlo.
-¡Abrí no quiero hacerte daño, abríiiiiiiiiiii!
Le pareció conocida esa voz, pero un temblor le recorrió el cuerpo, hace un rato la película y ahora esto ...
Para su desgracia no pasaba nadie en ese momento, ella sólo observó una camisa a rayas.
Ya casi no respiraba y no podía verle el rostro, la falta de luz de la calle, hacía más dramática la situación y las palabras del intruso se escuchaban como de lejos, o ella no quería escucharlas.
Comenzó a temblar de nuevo, pensó miles de cosas.
El hablaba y hablaba, le exigía que lo dejara entrar, por suerte ella había cerrado todo por precaución, menos esa abertura, porque estuvo distraída.
De pronto, a su cerebro ardiente de maquinaciones, se le ocurrió preguntarse si tendría preservativos en la casa.
Sintió la mano del hombre en el picaporte de la puerta y su nombre pronunciado suavemente.
Tuvo mas miedo, él seguia insistiendo, ella desesperaba por cerrar los malditos postigos.
-¡Por favor, abrí, no seas loca, no te voy a hacer nada!
Afuera la tarde, casi anochecida, hacia el amor con su historia de todos los días.
El intruso se fue mascullando algo.
Lo sintió correr muy rápido.
Por fin pudo cerrar la ventana y alcanzó a oír algunas malas palabras.
Después de un rato corrió al dormitorio, buscó el celular, aterradísima se dio cuenta que lo había olvidado en la oficina, entonces se acordó del teléfono fijo.
Corría el tiempo y el silencio no atenuaba sus miedos, seguía temblando, se cuestionó si el individuo se habia ido o no.
Ahora no sentía absolutamente nada, se había cortado la luz de la casa y presa de su humor comenzó a decir incoherencias.
Yo, me di cuenta que ya no podia razonar, porque empezó a revisar las cerraduras de las puertas, verlas bien cerradas le devolvió un poco su tranquilidad.
Respiró un poco y pensó en llamar a la policía, pero dedujo que no tenía pruebas, quién sabe si le creerían.
Tanteando buscó el inalámbrico en el dormitorio, tampoco funcionaba, lo tiró contra la pared y apeló al fijo que tenía en la cocina y entre penumbras marcó el número de su vecina de al lado.
-Hola, ¡no sabés lo que me pasó!
Entre respiraciones entrecortadas y lágrimas que iban disolviendo el maquillaje de su magro rostro le conto lo ocurrido.
Sintio una carcajada del otro lado del tubo y una voz que decía:
-¡Sos loca!
-¿Como no lo conociste?
-¡Era mi marido que sólo te pedía permiso para ir al baño!

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