DE ABRAZOS

Es en vano vender dolores
que nadie compra,
y delirar con caricias
nunca ofrecidas,
es duro salir a buscar
un mercado de abrazos,
dejar duendes por los rincones
y señales de emergencias
para que alguien las mire.
Es inútil pretender no ver
crisálidas infieles
que no miran a los ojos
porque solo son
semillas domesticadas
para el olvido.

AHORA

En este sitio,
ahora, precisamente,
empiezo a sentir
la bulla de los almanaques,
el exceso de un poema
y lo que no quiero escribir.

Agenda de otoño

Las horas navegan ocres,
e inmolan sus amarillos en el parque.
Un roble hace guiños,
palmeras rescatan vanidades del sol.
El andén amontona horas,
elige aquellas cosas de siempre,
hace pactos en la red del alma,
y soborna esfinges del silencio;
quiere acariciar los poemas,
que deja,
una nueva agenda de otoño.

Entre mis pasos

Subo por la palabra,
ando con nostalgias
por la orilla de mis sentidos,
mientras exilios hilan mi reposo,
y te imagino despacito,
y te pienso
e imagino el ruido de tu voz,
en un extraño latido
que alza los ojos y te nombra.
En tanto pasa la vida,
y yo, descalza,
salgo a buscarte entre mis pasos.

Impresos de Hoy

Este gusto de la tarde recogida,
pasa como un huracán
deja inquietudes encendidas
y danza en la vereda de motivos,
mira las corduras, quita límites;
graba acordes nuevos
y en la metamorfosis de algún deseo,
desteje reclamos,
busca nervaduras que insistan
en sus ganas de encontrar,
un verbo que no tiemble,
en los asfaltos de mañana.

Abecedarios

No se si volveré alguna vez
a mostrar mis abecedarios
o daré vueltas y más vueltas
hasta alcanzar los tequiero,
si preguntaré a los olvidos
por las confidencias
escondidas en alguna
inmediatez de memorias.
No se cuántos esfuerzos haré
en la intimidad de ternuras
construidas desde siempre
con rubores que caminan
por entre mis puntos y a parte.
y no se si dejaré días a destajo
me propongan lastimaduras,
porque entonces diré:
eso ya no vale,
desde el otro lado del dolor,
una palabra anda poniéndole
cascabeles a todo lo que escribo.

Abolladuras

Subo por mis vocales
y veo relieves mostrándome
mohines distraídos,
que no quieren lavar
las líneas oscuras
que ponen abolladuras
a la vida.
Y no se porque si afuera
blando el día revolotea,
entre trinos de calandrías
y versos que escribo;
mientras observo
como las horas jamás
suicidan la quietud,
ni borran dígitos del mundo,
ni callan nocturnos
en los gestos de la noche.
Y vaya a saber por que
si solo quieren amamantar
esa melodía de coros
nunca postergados.

Bohemia

A un puñadito de mi alma
le propuse bohemias,
para dar un gran salto en el aire
y extirpar lastimaduras
que aún atropellaban.
Por eso, nada más que por eso,
cabalgué por tormentas de vientos,
y entre forcejeo y forcejeo
de viejas ironías,
me habité desparramada
entre los fuegos,
soñé con una osadía instintiva
de mandatos incandescentes
y entre territorios desorientados,
descubrí el nuevo tributo
que debía pagar,
a la alquimia de mis relojes.

Siento

No parece tan breve
el tiempo de la nostalgia
o yo no se si me sirve
este inevitable silencio,
porque parpadea una vez más
en el blando lecho de fantasías
donde profano la quietud,
y mientras a distancia gestos no publicados
circulan entre las caras de una moneda,
cardúmenes de colores
señalan corduras nunca extraviadas.

Hecho Canción

De cara al sol
puedo despertar claves
contarme que estoy viva
desde adentro y puedo atravesar
el misterio de mis entrañas,
e irme quién sabe adonde
o quedarme muy quieta
exfoliando fantasmas.
Tan así legítimamente mía,
sin hipotecas, ni mordazas,
ni pudores,
tan amante de los sueños,
tan llena de un prodigio inocente
tan en fuga de el nombre que llevo,
tan desde mi envase natural,
revoltoso y travieso
que se deshoja hecho canción
con todas las que soy,
y quiere así en carne viva,
recoger la solemnidad
del cielo que hoy me cubre.

Curar Tristezas

Golpean misterios de colores,
en yemas de ramas,
y una gravidez de fruto,
pone en su apogeo
la tibieza del cuerpo,
la sangre nonata viene
a cubrir necesidades.
Lázaro, cruza los dedos,
disuelve partituras oscuras,
se levanta el grito,
viene a curar tristezas.
Todo está en su sitio,
un reflejo amamanta la luz
y cuida autorretratos
que guardan miradas
de vocales y consonantes,
buscando el abrazo inesperado.

Y nadie lo supo

. - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . - . A mi madre
Ella tenía la mirada alineada de lunas
y blandos espacios del día
cubriéndole la piel
con pudores que nadie comprendía;
un natural de fotos internas
prometiéndoles todas las risas,
de duendes escondidos,
entre los pliegues del alma.
Y todas las nostalgias de sus almanaques,
con palabras llenas de poesías
que nadie escuchaba.
Un loco retumbe de latidos
movilizándole las entrañas
y nadie lo supo nunca.

Iconos

Con mirada irreverente tocaste mi piel
y fue entonces una suma de antologías
subida por los andamios,
después sin más,
hubo quemadura urgente de encuentro
acortando distancias
y un tiempo desmedido en el flujo del abrazo.
Fue revolución rutinaria de espejos
o una herejía buscada,
en el tatuaje de esa noche subida a los breteles
y un sueño de Tsunami
desnudando luceros de horizontes
¿Fue algo que vino
de la humedad del alma,
a romper talones de esquinas?
O sólo el regocijo de un recuerdo
que hoy quiso ser un ícono de pañuelos.

El gran Salto

Era la hoja marcada en el cuaderno de un tiempo errante, perdonando esa fábrica de pequeñas muertes de ideas inconclusas, que hoy, haciendo letras atraviesan este cuerpo lleno de enjambres y nudos todavía pendientes de desatar, aún húmedos por las penas que realizan un gran estruendo de aplausos, cuando creo o finjo no escucharlas, ellas, insistentemente apabullan mis oídos.
Así y todo las dejo, todavía puedo desmoronar paredes y quedarme donde escuadrones de ilusiones me llevan hacia latitudes necesarias.
Por eso, mi yo, roto entre una esquina del ayer y un río presente, abarcador de artificios, valora esa mirada de puente que une ignotas sociedades, buscando el gran salto hacia el mañana.
Siento aún el miedo, la burla y el temor a quedarme dormida solamente sobre eso.
Pero no, porque el gran corazón tiene sus hambres cortitos y llenos de vitalidad, agujereando los recuerdos de ese primer amor lleno de trampas y que fue solamente un recodo mal doblado de ese rato inocente.
Trayendo como flechas directas evocaciones de lo que fue, las imágenes de un banco de la Plaza López, donde los juegos tenían su hábitat y nosotros los chicos del barrio, escapábamos del guardián, mientras decíamos "ojo, rajemos que se viene" y en loca, divertida carrera, nos íbamos a contarle al viento nuestras andanzas de pibes con una historia indivivual, comenzada en aquel momento cuando no nos hacía falta pensar nada.
Todo mi imaginación rayando siempre ese horizonte huidizo de sueños que uno quiere retener a la hora de la tarde, cuando enlaza todavía como nuevos, ideales que desea estrenar desde lejanos días, viéndome transitar una calle Oroño con sus palmeras y ese camino central, donde mis pasos, eran el instrumento, que empezaba a llevarme por un parloteo de glicinas y parras llenas de uvas e higueras asomado sus dulzuras.
Hoy quietitas las horas afinan, con la precisión de prodigioso instrumentista, este rato que anda por el aire, dando vueltas como una calesita y soltando sortijas de este muestrario de nostalgias, aparecido en el humo de una pipa que a veces fumo, en un acto de oculta travesura.

Las descalzas

Ellas sacaron sus zapatos y comenzaron a correr, el momento me sorprendió, pero entendí que ya no las podía detener. Eran más libres que yo y habían elegido su libertad, por lo tanto no podía hacer nada.
Mirando ese cielo de verano cubierto de algunas nubes, sentí el despojo de algunas ausencias. Por eso para distraerme, miré el roble del parque, las gaviotas y benteveos cruzando el aire, los brotes sin abrir, y tomates aún no maduros que miraban esa tarde cada vez más antigua.
No sé cuál fue mi último pensamiento, porque de pronto comprendí lo imperfecto de esa soledad que me dejaba asperezas en el alma.
Apareció un viento suave y se involucró con mis reflexiones, quiso hacer alguna correcciones o cambiar la dirección de las mismas, pero todo fue inútil, por eso, seguí detenida en ese tiempo influenciado de nostalgias, hasta que una calandria me fascinó con su canto, cuando remontó vuelo, miré para todos lados, y pude ver las descalzas cada vez más lejos, yéndose sin pensar en mí.
Mis latidos iban en aumento.
Me cuestioné si las había tratado mal o fui muy exigente en mis textos, o tal vez muy cansadas querían darme una lección. Pensé también que mi imaginación las exprimía muchas veces en forma impulsiva.
La vida no se detenía por eso, pero para mí sí. No había aprendido a vivir sin ellas.
Me consolé pensando que volverían arrepentidas.
Nunca supe cuántas veces trastabillé con los días ni todo el tiempo que pasó.
Cuando miré el camino, las vi sentadas a la orilla del río, jadeaban, juro que había un río.
Corrí para alcanzarlas y no pude, ellas me miraron indiferentes, yo grité mucho pidiendo que volvieran, la gente miraba sin entender, el río había desaparecido, y no sé que pasó, cuando desperté, estaba en la cama de un hospital, la enfermera me acariciaba y le decía al médico:
-¡ Pobrecita, lloraba y pedía que volvieran sus descalzas-!
Mientras miraba la ventana, los recuerdos se sucedían uno a uno, hasta que descubrí mi yo sin vestidos, incrédulamente inocente, tratando de encontrar la eternidad de las palabras en el silencio que se muerde.
Después sentí disuelta mis esperas.

Marzo 2011

¡Sos Loca!

Era demasiado flaca o tuve esa impresión cuando la vi a través del espejo, no obstante me gustó como protagonista de esta situación.
Afuera un viento desparramaba hojas de otoño.
La ventana abierta de la casa hacía sentir una calamidad de frío invernal.
Ella parecía en una dimensión desconocida, porque mientras veía la película de terror, movía sus dedos nerviosamente.
De vez en cuando su mano izquierda sacudía moscas imaginarias o tal vez quería evitar pensamientos desagradables.
Tuve la impresión de que el film la asustaba.
Dejó la imagen detenida en la pantalla y se levantó.
Ahora me impresionaba como menos delgada, a lo mejor sólo miré su perfil.
Cuando se asomó a la ventana tuvo un escalofrío, apurada trató de cerrarla.
Oyó unos pasos rápidos y una mano no la dejó hacerlo.
-¡Abrí no quiero hacerte daño, abríiiiiiiiiiii!
Le pareció conocida esa voz, pero un temblor le recorrió el cuerpo, hace un rato la película y ahora esto ...
Para su desgracia no pasaba nadie en ese momento, ella sólo observó una camisa a rayas.
Ya casi no respiraba y no podía verle el rostro, la falta de luz de la calle, hacía más dramática la situación y las palabras del intruso se escuchaban como de lejos, o ella no quería escucharlas.
Comenzó a temblar de nuevo, pensó miles de cosas.
El hablaba y hablaba, le exigía que lo dejara entrar, por suerte ella había cerrado todo por precaución, menos esa abertura, porque estuvo distraída.
De pronto, a su cerebro ardiente de maquinaciones, se le ocurrió preguntarse si tendría preservativos en la casa.
Sintió la mano del hombre en el picaporte de la puerta y su nombre pronunciado suavemente.
Tuvo mas miedo, él seguia insistiendo, ella desesperaba por cerrar los malditos postigos.
-¡Por favor, abrí, no seas loca, no te voy a hacer nada!
Afuera la tarde, casi anochecida, hacia el amor con su historia de todos los días.
El intruso se fue mascullando algo.
Lo sintió correr muy rápido.
Por fin pudo cerrar la ventana y alcanzó a oír algunas malas palabras.
Después de un rato corrió al dormitorio, buscó el celular, aterradísima se dio cuenta que lo había olvidado en la oficina, entonces se acordó del teléfono fijo.
Corría el tiempo y el silencio no atenuaba sus miedos, seguía temblando, se cuestionó si el individuo se habia ido o no.
Ahora no sentía absolutamente nada, se había cortado la luz de la casa y presa de su humor comenzó a decir incoherencias.
Yo, me di cuenta que ya no podia razonar, porque empezó a revisar las cerraduras de las puertas, verlas bien cerradas le devolvió un poco su tranquilidad.
Respiró un poco y pensó en llamar a la policía, pero dedujo que no tenía pruebas, quién sabe si le creerían.
Tanteando buscó el inalámbrico en el dormitorio, tampoco funcionaba, lo tiró contra la pared y apeló al fijo que tenía en la cocina y entre penumbras marcó el número de su vecina de al lado.
-Hola, ¡no sabés lo que me pasó!
Entre respiraciones entrecortadas y lágrimas que iban disolviendo el maquillaje de su magro rostro le conto lo ocurrido.
Sintio una carcajada del otro lado del tubo y una voz que decía:
-¡Sos loca!
-¿Como no lo conociste?
-¡Era mi marido que sólo te pedía permiso para ir al baño!